Bolsonaro:"La gran incógnita"


Dice un viejo adagio popular que los pueblos eligen a los que lo merecen. Y no es porque Bolsonaro tal y como lo demostró hizo acopio de todas las formas posibles para hacer que su candidatura cogiera fuerza aprovechando su historial como parlamentario, en donde la travesía de su vida siempre ha estado obsesionada con el imaginario de lo que fue el paso de los militares en el poder desde 1.964 hasta 1.985 en el siglo pasado; sino la ascendencia que tiene desde que su  familia llegó desde Venetto (Italia) a construir sus sueños en este continente, que junto con su compañera sentimental también descendiente de alemanes creyeron que aquí podían construir sus vidas. América, a pesar de la lucha de Trump contra los ilegales que buscan llegar a los Estados Unidos desde Honduras y que hoy en la frontera sur con México está siendo militarizada por la Guardia Nacional, siempre ha sido el paraíso perdido que todos buscamos, así sea para un mejor futuro para sus descendientes. Brasil no es la excepción. El actual presidente ungido en las urnas lo mismo que que el de los estadounidenses de descendencia irlandesa y alemana no son la excepción. Nuestro continente siempre ha sido el refugio de los perseguidos europeos, el de los descendientes africanos que fueron traídos de esclavos, como también el de los indígenas que lo perdieron todo a pesar que otros digan lo contrario, y que lo poco que les queda está más en peligro ante el avance de lo que conocemos como nuestra cultura occidental. Su llegada al poder marca un hito en el historial político de América Latina porque está cargado con todas las desventuras sociales e ideológicas que han sembrado odios y disputas adonde este tipo de ideas con el cuento de que lo que había era peor y que estos mediante la panacea de mano dura lograran controlar la violencia en las favelas y ciudades impuestas por el narcotráfico y la miseria, derrotaran a la corrupción y harán  crecer la economía del país. Un partido pequeño como el del Social Liberal que llevó a Bolsonaro con sus alianzas evangélicas y de ex militares jalonados por la prepotencia de su líder lograron lo que no pudieron hacer los seguidores del Partido de los Trabajadores con Haddad. A pesar de su saña contra las mujeres y de los movimientos gays, así también tratando de reconstruir la vieja tradición familiar en la que no comparte el uso del aborto, más su racismo contra los descendientes africanos autorizando de hecho el avance de los grandes propietarios de tierras y de los colonos en la usurpación de las tierras protegidas por el estado para los indígenas y que a la larga continuará con la devastación de la selva del Amazonas que es la más grande que tiene la tierra, y su intención de dar más libertades a los particulares para que ellos mismos se defiendan de la delincuencia, prometiendo más libertades para que los policías apliquen las leyes por sus propias manos cuando así lo amerite su participación en el ejercicio de su actividad, mientras logra que la privatización de los servicios y propiedades públicas pasen a las manos de la propiedad privada, lo único que deja dentro de su posible política de estado es la estela de muchos conflictos al tratar de resolverlos por la fuerza para que la nación vuelva a ser el espejo de lo que pretendió ser en las manos de Lula y sus seguidores: "Un país digno adonde la miseria fuera desterrada de su suelo y el desarrollo social lo convirtiera en su principal capital", pero que los grandes escándalos de corrupción descubiertos terminaron por echar al traste con todos esos sueños ante el declive del petróleo y su alta dependencia de la economía mundial que a pesar de todo ese supuesto desarrollo económico que hubo en América Latina no se pudo resarcir de la quiebra a pesar de los altos precios que tuvieron con la bonanza petrolera, si no también de lo conseguido con la diversificación  y explotación de  sus productos mineros, y como el gran atractivo que tiene para las grandes potencias que como China,  los países asiáticos y del medio oriente tienen sus ojos puestos en su riqueza  hídrica para comprarles toda la producción de la soja y explotación de otros recursos alimenticios ante la imposibilidad de producirlos, y a donde se supone que las futuras guerras serán por el control  la producción del agua dulce tan fundamental para la vida del hombre en la tierra.

Nada de eso se pudo, y menos muy probablemente con lo que pretende hacer Bolsorano y su caudal de seguidores cuando bajo esos designios de odios entre los mismo brasileros, seguramente puede desatar otra serie de conflictos y de violencias, máxime cuando ya decidió nombrar ministro dentro de su próximo gobierno a Sergio Moro que representó para muchos ser el adalid de la defensa de la justicia, y que este al aceptar deja la sensación de que no existió una verdadera independencia de la justicia con sus fallos contra los delitos de secuelas corruptas, sino que la empaña por ser el que juzgó a Lula y lo encarceló declarándolo culpable por lo del departamento que  recibió por el supuesto soborno que tuvo en contubernio con Odebrecht y los escándalos de Lava Jato, dejando traslucir que esos fallos tenían también su contenido político de persecución para hacerse al poder por la vía electoral o sin ella, cuando el mismo presidente ya había dicho que no aceptaba una derrota en las urnas.  Desconfiaba de un supuesto fraude por el uso del Internet para el conteo de los votos. Cosa que no sucedió.

Más bien refleja lo que siempre ha sido en las antesalas de las dictaduras, que antes de ellas aparecen en el escenario los salvadores de los malos manejos económicos por parte de los gobiernos de turno, y que en medio de estos los encargados de imponer el orden y la justicia, los utilizan como instrumentos de los que tienen el poder de las armas, y que se parecen mucho a la idea que los gestores tienen del próximo gobierno a lo que antes sucedió con la implantación de la antigua dictadura que hubo, y que el imaginario que rodea al Brasil se parece mucho a lo que con personajes que como Hitler o Mussolini llevaron al mundo a la catástrofe, ya que con sus odios y rapiñas contra los más débiles, además de exacerbar los conflictos, se impusieron y enseñorearon sobre miles de vidas humanas.

Y aunque el propio presidente elegido no crea en el poder de sus palabras, todo lo que está diciendo puede repercutir en su paso presidencial adonde ya todos piensan que lo dicho sobre su forma de gobernar puede empeorar más la situación por la que atraviesan los  brasileros que exigiendo medidas drásticas contra los que detentaron el poder, terminen en la acogida de una posible dictadura. sí el próximo gobierno no logra sacar al país de la crisis en que se encuentra. Bolsonaro sigue siendo la gran incógnita porque dentro de sus planteamientos todavía no son muy claros ni para él mismo, por las mismas contradicciones que a lo largo de su disputa por el poder en las elecciones pasadas ha demostrado. ¿Chovinismo al estilo de las derechas en otros países? ¿Comercio con países que como China aspiran a seguir ejerciendo su influencia en América Latina y Brasil? ¿Cómo será el trato con las minorías y el tratamiento que dará a los perdedores de las elecciones pasadas? ¿Cómo controlará a los ex militares que fueron elegidos a altos cargos en la administración del gobierno que piden una mano dura y abogan por dar mayor libertades para aquellos ciudadanos que quieran conseguir armas para defenderse? ¿Un gobierno parecido al de Trump respecto a lo que ha sucedido con los emigrantes venezolanos? ¿Su asociación con los grandes terratenientes y el poder de los evangélicos que confunden el poder del estado con el de la religión?  Y muchas otras situaciones que a meritan unas respuestas menos desbordadas de lo que puede representar una confrontación social, y a favor de una paz entre sus conciudadanos.

Así es la gran incógnita de Bolsorano y sus aliados que lo llevaron al poder.